
Durante
el ataque, las fauces se abren hasta tal punto que la forma de la
cabeza se deforma pues la mandíbula se desprende de su cabeza, y se
cierran luego con una fuerza 300 veces superior a la de una mandíbula
humana.
Los
dientes son grandes, aserrados, de forma triangular y muy anchos. Al
contrario que otros tiburones, no poseen diastema
ni
reducción de diente alguno, sino que tienen toda la quijada provista
de dientes alineados e igualmente capaces de aferrar, cortar y
desgarrar. Detrás de las dos hileras de dientes principales, los
tiburones blancos tienen dos o tres más en continuo crecimiento que
suplen la frecuente caída de dientes con otros nuevos y se van
reemplazando por nuevas hileras a lo largo de los años. La base del
diente carece de raíz y se encuentra bifurcada, dándole una
apariencia inconfundible en forma de punta de flecha.
Tiburón
blanco en las aguas de Sudafrica.
Los
orificios nasales (narinas) son muy estrechos, mientras que los ojos
son pequeños, circulares y completamente negros. En los costados se
sitúan cinco hendiduras branquiales, dos aletas pectorales bien
desarrolladas y de forma triangular y otras dos, cerca de la aleta
caudal, mucho más pequeñas. La caudal está muy desarrollada, al
igual que la gran aleta dorsal de su lomo, de forma inconfundible
para cualquiera. Otras dos aletas pequeñas (segunda dorsal y anal)
cerca de la cola, completan el aspecto de este animal.
No
obstante, la denominación de "tiburón blanco" podría
tener su lógica en el caso de avistarse ejemplares albinos
de
esta especie, que aunque son muy raros existen. En 1996
se
pescó en las costas de El
Cabo Oriental (Sudáfrica)
una hembra joven de apenas 145 cm
que
exhibía esta rara característica.
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